domingo, 21 de octubre de 2018

Cosas de fin de semana...

He estado un poco desaparecida últimamente. Me tenéis que perdonar. Este espacio requiere tiempo, pero sobre todo ánimo; y de eso, ando algo escasa últimamente. Aunque no de novedades, ninguna de ellas me afecta directamente, por lo que mi existencia estática se mantiene inmutable.

Hace dos viernes, mi hermano firmó su primer contrato como graduado en Ingeniería Civil, y como Ingeniero de Caminos en prácticas. Quiso invitarme a cenar para celebrarlo en el japonés de en frente de casa (creo que en breve nos hacen socios del negocio). Yo, ese día había tenido una tarde de médicos estresante, y la verdad es que me vino muy bien su propuesta e invitación. De pronto, sentada frente a él, nos recordé 14 años atrás, cenando en un restaurante que ya no existe, y en el que servían unas pizzas como ruedas de camión, uno frente al otro, celebrando mi primer contrato "de lo mío". Yo, con 19 años, él con 12. Y ahora, misma situación, aunque distinto escenario. Ya lleva una semana trabajando, ha firmado su primer proyecto este viernes, y su satisfacción es mi alegría.

El viernes pasado, vía whatsapp, me enteré que vamos a ser tías de nuevo. Nuestra preciosa N. va a tener un hermanit@. Yo tengo la corazonada de que va a ser un niño, como la tuve en su día con su hermanita de que iba a ser niña, pero veremos con qué nos sorprende el destino.

Y este viernes último, no ha sucedido nada, salvo la circunstancia de tener un día de esos en los que te sientes tremendamente triste. Tristeza que me duró hasta ayer, y que me hizo coger el coche y hacerme unos cuantos kilómetros para ir a una casa en la que siempre he hallado un hogar cuando lo he necesitado, lo cual, por mis circunstancias personales, es algo que se agradece.

Pero, a pesar de ello, el karma no premia, las buenas acciones no sirven para nada, y mi tristeza sigue bien apoltronada en mi interior en el día de hoy. He adecentado el piso, y me he tumbado con mi amigo Netflix a dejar pasar la mañana, aunque no consigue evadirme del todo, por lo que creo que voy a pasarme la tarde leyendo. Lo peor de todo es el verme obligada a disimular mi estado de ánimo real, para no preocupar, para no tener que verbalizar. Tragar, tragar... Es algo en lo que debo trabajar para cambiar, y con urgencia. 

¡Maldito karma! Me la tiene jurada...

I. 




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