martes, 13 de marzo de 2018

El dueño de la herida

Hace años, Antonio Gala, conocidísimo escritor, lanzó un libro al mercado que se titulaba "El Dueño de la Herida". No os voy a engañar, no lo he leído. Quizá debería animarme a ello, pero tengo una lista bastante larga de títulos pendientes que van antes.

El caso es que, a pesar de no haberlo leído, recuerdo una entrevista que le hicieron al autor en televisión cuando lo estaba promocionando, y lanzó al público y a la audiencia una reflexión, algo así como ¿quién es el dueño de la herida, el que la hace, o el que la padece?

Creo, por mi experiencia, que la herida es de quien la padece, porque muchas veces, el que la hace, nunca llega a saber de su existencia, ya que el que la padece nunca le llega a informar de la misma (ya sabéis el dicho: "antes partía que doblá"). Pero también pienso que esta herida no queda para siempre entre las pertenencias del agraviado, sino que la herida, al final, es de quien la cura.

Salgo cada día de casa, a exponerme a ser herida, como todos. De más o menos gravedad, según la ocasión. Según la temporada, nos exponemos más o menos (la abajo firmante, últimamente, anda por ahí a pecho descubierto). Estas heridas forman parte de la belleza de cada uno de nosotros. Esta última afirmación, me lleva al concepto del Kintsugi.

Para los que no sepáis lo que es, os resumo muy rápido. El Kintsugi es una técnica japonesa de reparación de cerámica, en la que, si no estoy equivocada, utilizan resina mezclada con oro o plata, para reparar las grietas que la cerámica pueda tener en un momento dado. Piensan que estas grietas, forman parte de la historia y de la evolución del objeto, y por tanto, lo embellecen y lo hacen distinto a los demás. [Si hay algún entendido en la sala, y no lo he explicado bien o he dicho alguna barbaridad, ruego me corrija haciendo un comentario al final del post]

Como decía, pienso que el Kintsugi, en cierto modo, es aplicable a las personas. Las heridas y las grietas forjan la personalidad y el carácter, fortaleciéndolos, y haciendo que el individuo herido aprenda y evolucione. Podemos repararnos nosotros mismos, porqué no; llenar esas grietas con oro, quedando una preciosa y brillante cicatriz, que contribuye a aumentar nuestra belleza y que nos permite continuar más o menos enteros. Pero, no nos engañemos, hay lugares a los que no nos llegamos, y nos tiene que ayudar otro a cubrir la herida con resina, para seguir luciendo igual, o incluso más, hermosos. Cuanto antes encontremos quien tenga la habilidad de reparar allí donde nosotros no llegamos, y nos dejemos reparar (que esa es otra), antes podremos seguir escribiendo nuestra historia, avanzando por nuestro camino con paso firme y sin cojear. Seguro que todos tenemos algún artesano que domine esta técnica para, en un momento dado, dejarnos nuevos.

Y sino, pues a seguir buscando, pero que nada os detenga. Heridos podemos seguir avanzando, aunque más lento.

Pero siempre adelante. Siempre.

I.