jueves, 26 de abril de 2018

La manada...

Hoy se ha leído, a las 13 horas, la sentencia a "La Manada". Jurídicamente, una aberración y un sinsentido; emocionalmente, como mujer, un jarro de agua fría y una broma de pésimo gusto. 

Vivo, vivimos en un país donde que te cojan cinco animales, y te metan en un portal, y hagan contigo lo que les dé la gana, lo graben con sus móviles para regodearse en su crapulencia y hacerse los importantes delante de otros de su misma calaña, no se considera violación, sino un simple abuso. 

Vivo en un país donde, para la Justicia (me parto de risa al escribir esta palabra), considera que el NO de una mujer, mi propia negativa, no significa resistencia, no vale nada. 

Vivo en un país en el que, al verse una mujer, en inferioridad de condiciones ante cinco bestias dispuestos a agredirla gravemente, y quedar paralizada por el miedo y no defenderse, se considera que no opone resistencia, y que disfruta del acto, de la agresión. 

Vivo en un país que me invita a tener miedo por vivir sola, y volver sola a casa, por no saber si, en la siguiente sombra, tendré mi desgracia acechándome. 

Vivo en un país de mierda que me asquea y me avergüenza profundamente. 

La Manada somos nosotras, las mujeres que, por necesidad, por orgullo, debemos seguir siendo valientes (que no libres) que, a pesar de que la Justicia no está de nuestra parte, vamos a seguir saliendo a la calle y enseñándole los dientes a la vida. 

No tenemos dueño, somos nuestras. Nosotras decidimos. Y, por supuesto, no estamos solas. 

No es No. Y punto. 

I. 




miércoles, 25 de abril de 2018

Esas pequeñas cosas...

Hoy estoy contenta, pese a que los motores, como os comentaba en mi última entrada, todavía siguen en el taller. En mi mente se ha instalado una cuenta atrás que me llena de alegría. Y hoy eso pesa más que la angustia y la incertidumbre.

Hoy tengo que regresar por la noche muy cerca del lugar donde paso tantas horas al día, pero no regresaré sola a casa. Estará mi hermano, mi más leal compañero de aventuras.

Tengo en mente un montón de planes y de cosas que me gustaría que hiciéramos estos nueve días que vamos a compartir, de las que luego, como somos unos vagos, no hacemos ni la mitad. Pero da igual. Viene de camino mi medicina, mis puntos de sutura y mi bálsamo. Aunque luego la cuenta atrás vuelva a empezar. 

Este año, la verdad, es que está siendo un año de esperas. Esta, una de ellas, sólo una, llega a su fin hoy. No deja de ser gratificante, la verdad, aunque hay ciertos temas que me gustaría ya dejar de esperar, y dejar de aguantar el tipo, estar en vilo, empujar el muro de hormigón, alisando el rizo. Y sobre todo, esforzándome en no agotarme, que todo llegue a buen puerto, y que pase lo que tenga que pasar.  De que las palabras se tornen verdades, y las verdades, oportunidades, y las oportunidades, felicidad, que ya tocaría.

Mi karma, mi paciencia, y mi salud mental lo piden ya a alaridos. Hace ya tiempo que dejaron de gritar.

I.



lunes, 23 de abril de 2018

De dragones, caballeros y princesas...

Hoy es Sant Jordi. El día que cada año espero con ilusión. El ambiente, la gente, el olor a papel, a rosas y a tinta... Los que me conocéis sabéis que mi criterio de elección para elegir mi próxima lectura en formato papel, es abrir el libro en cuestión al azar y olerlo. Aspirar fuerte su perfume, y decidir si su olor anuncia una obra maestra, o, por contra, huele a cola barata y va a ser una novelucha de esas que pasan sin pena ni gloria.
 
En el colegio, cuando somos pequeños, nos preparan a conciencia para este día. Cada año nos explican la leyenda (no me voy a molestar en reproducirla, porque apuesto que, al igual que la abajo firmante, todos os la sabéis; y si no, para algo está Google), hacíamos alguna manualidad de aquellas que, al cabo de uno días, desaparecía de la estantería de casa misteriosamente, se organizaban actos en ese día por parte de los profesores en que nos implicábamos todo el alumnado. En definitiva, era una fiesta.
 
Vas creciendo, y aunque sea un día laborable, engañas un poco al tiempo, sales corriendo del trabajo, y te vas a disfrutar del ambiente que se respira, de la sonrisa de la gente. Este año, es la primera vez que lo paso sola (no en términos de pareja, de esos ya llevo unos cuantos), pero la verdad es que con mi hermano era un día que disfrutábamos mucho juntos.Lástima que la organización no haya querido pasarlo al día 26, ya que aterriza en Barcelona el día 25 por la noche, y eso que se lo he pedido muy fuerte a Jesusito de mi Vida.
 
A pesar de ser mi día favorito del año, que eso no hay fuerza divina ni humana que lo cambie, hoy me siento un poco (bastante) triste. Porque mi hermano (ni nadie), vendrán a última hora con la rosa, porque nadie se reirá de mi cuando olfatee los libros como una lunática, y porque creo que hoy no me comeré el helado del final, con la sensación del deber cumplido.
 
Pero no estoy afligida únicamente por la soledad de este día tan especial, sino también, en parte, por haber perdido una ilusión que estaba siendo un motor para mí, para seguir avanzando. Y de momento, resulta que mis pistones no están en perfecto estado para poner en marcha el motor de los demás, pese al esfuerzo, así que tenemos la cosa en el taller y en stand-by. O de eso, por lo menos, me han informado.
 
También echo de menos a mi amiga R., que pasamos juntas el Sant Jordi del año pasado, que, a causa de la marabunta de gente, decidimos que lo más prudente era sentarnos en una terraza frente al Mercat de Santa Caterina a tomar cañas, para luego ir a comer a nuestro restaurante chino de cabecera. Un día bien aprovechado como pocos. R., aunque estés en Madrid, espero que JM se enrolle y te regale la súper rosa que te mereces, que es una tradición muy bonita como para que no la exportes a Madrid.
 
Dragones, príncipes y princesas. Nos pensamos que cada unos de nosotros tiene su papel bien definido, pero qué manera de sorprenderte la vida, y de, en un golpe de viento, hacer que se caigan las máscaras. Cuánta princesa intrusa, cuánto príncipe que en realidad es dragón, y cuánto dragón que, al final, resulta ser un príncipe.
 
Feliz Sant Jordi, disfrutadlo, respiradlo hondo... Hoy es un gran día.
 
I.