lunes, 23 de abril de 2018

De dragones, caballeros y princesas...

Hoy es Sant Jordi. El día que cada año espero con ilusión. El ambiente, la gente, el olor a papel, a rosas y a tinta... Los que me conocéis sabéis que mi criterio de elección para elegir mi próxima lectura en formato papel, es abrir el libro en cuestión al azar y olerlo. Aspirar fuerte su perfume, y decidir si su olor anuncia una obra maestra, o, por contra, huele a cola barata y va a ser una novelucha de esas que pasan sin pena ni gloria.
 
En el colegio, cuando somos pequeños, nos preparan a conciencia para este día. Cada año nos explican la leyenda (no me voy a molestar en reproducirla, porque apuesto que, al igual que la abajo firmante, todos os la sabéis; y si no, para algo está Google), hacíamos alguna manualidad de aquellas que, al cabo de uno días, desaparecía de la estantería de casa misteriosamente, se organizaban actos en ese día por parte de los profesores en que nos implicábamos todo el alumnado. En definitiva, era una fiesta.
 
Vas creciendo, y aunque sea un día laborable, engañas un poco al tiempo, sales corriendo del trabajo, y te vas a disfrutar del ambiente que se respira, de la sonrisa de la gente. Este año, es la primera vez que lo paso sola (no en términos de pareja, de esos ya llevo unos cuantos), pero la verdad es que con mi hermano era un día que disfrutábamos mucho juntos.Lástima que la organización no haya querido pasarlo al día 26, ya que aterriza en Barcelona el día 25 por la noche, y eso que se lo he pedido muy fuerte a Jesusito de mi Vida.
 
A pesar de ser mi día favorito del año, que eso no hay fuerza divina ni humana que lo cambie, hoy me siento un poco (bastante) triste. Porque mi hermano (ni nadie), vendrán a última hora con la rosa, porque nadie se reirá de mi cuando olfatee los libros como una lunática, y porque creo que hoy no me comeré el helado del final, con la sensación del deber cumplido.
 
Pero no estoy afligida únicamente por la soledad de este día tan especial, sino también, en parte, por haber perdido una ilusión que estaba siendo un motor para mí, para seguir avanzando. Y de momento, resulta que mis pistones no están en perfecto estado para poner en marcha el motor de los demás, pese al esfuerzo, así que tenemos la cosa en el taller y en stand-by. O de eso, por lo menos, me han informado.
 
También echo de menos a mi amiga R., que pasamos juntas el Sant Jordi del año pasado, que, a causa de la marabunta de gente, decidimos que lo más prudente era sentarnos en una terraza frente al Mercat de Santa Caterina a tomar cañas, para luego ir a comer a nuestro restaurante chino de cabecera. Un día bien aprovechado como pocos. R., aunque estés en Madrid, espero que JM se enrolle y te regale la súper rosa que te mereces, que es una tradición muy bonita como para que no la exportes a Madrid.
 
Dragones, príncipes y princesas. Nos pensamos que cada unos de nosotros tiene su papel bien definido, pero qué manera de sorprenderte la vida, y de, en un golpe de viento, hacer que se caigan las máscaras. Cuánta princesa intrusa, cuánto príncipe que en realidad es dragón, y cuánto dragón que, al final, resulta ser un príncipe.
 
Feliz Sant Jordi, disfrutadlo, respiradlo hondo... Hoy es un gran día.
 
I.
 
 
 
 

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