miércoles, 13 de diciembre de 2017

Viéndolo con esas gafas...


[Antes que nada, disculparme con vosotros por haber estado tantísimo tiempo en paradero desconocido]

Resulta que hace un tiempo, en pleno torbellino emocional (últimamente me pasa a menudo), mi amiga I. me prestó, por considerarlo absolutamente necesario, el libro Las gafas de la felicidad de Rafael Santandreu. 



Imagino que sabéis que este autor tiene dos libros más de esta índole: El arte de no amargarse la vida y Ser feliz en Alaska. Yo he empezado por el segundo, porque, estaréis pensando los que me conocéis bien que, a mí, las cosas, me gusta hacerlas en mi propio orden y a mi manera.



Confieso que, pese a haber tenido oportunidad, no me he animado a leer ninguno de ellos, hasta que mi amiga I., antes de marcharme de la oficina, me miraba con esa cara de niña, y esa sonrisa tremendamente honesta, y me recordaba que hiciera los deberes, que quería verme con otro aire. 


Pues bien, como decía, hice mis deberes, poniéndole la máxima atención a cada una de las líneas y a lo que ellas contenían (aunque I. no se lo crea), y me pareció bastante interesante, a la par de aterrador, el cómo la mente humana, y nuestros pensamientos son capaces de distorsionar la realidad de tal forma que se hace tremendamente tóxica y cuesta arriba, sembrando en nosotros ideas desalentadoras y miedos absurdos que, realmente, no llevan a ninguna parte.


En mi caso, los últimos dos años y medio de mi vida, han sido un huracán emocional, que lo ha dejado absolutamente todo patas arriba, y que, con tiempo, paciencia, y una buena dosis de empujones de terceros (¡y qué pedazo de terceros!), estoy empezando a ordenar. Ordenar no, que eso es dejarlo como estaba antes; reordenar. Adaptarme a las circunstancias actuales, y poner todo a juego con éstas, como quien decora un espacio vacío para hacerlo suyo, acogedor. Me he deshecho (un tanto obligada, porqué no decirlo) de bienes materiales, emocionales y mentales, he roto vínculos, y he construído otra vida, un nuevo yo, intentando cada día reinventarme sin perder mi esencia. Soltar lastre. 

Aprovechando lo antiguo que me llena, dándole una capa de barniz, y adquiriendo nuevos puntos de vista, hábitos y experiencias. Abriendo la mente y los brazos, para recibir lo que tenga que venir, y dejar ir libremente lo que se tenga que marchar.

Y retomando el blog, que era algo que llevaba demasiado tiempo pendiente de mi atención, y para lo que creo que, honestamente, no estaba preparada. He borrado lo que había antiguo y sólo he dejado la Intro.

Tantas cosas, tantas emociones (buenas y malas), unos cuantos disgustos, la dolorosísima (y didáctica) separación de mi familia, y tantas lecciones aprendidas desde la última vez, que ni os lo creeríais (por eso he decidido hacer borrón y cuenta nueva). He vivido con mi hermano, y ahora vivo sola, me he tatuado (demasiado ya, según mi madre), he dejado que me quieran con calidad (no el tipo de amor que estáis pensando, pero igualmente con unos resultados impresionantes), he adoptado un gato loco, he bebido Aperol Spritz en casa (varias veces) después del trabajo entre semana (Hola A.!), he cocinado para la gente que me quiere tan bien (que me he dado cuenta que no es poca), y tengo un sitio en mi sofá y una manta para ellos cada vez que lo requieren, y que ellos tienen lo mismo para mí cada vez que lo necesito. 

Poco a poco, con tenacidad, la dosis justa de optimismo, un poquito de entusiasmo, y mucha ayuda, intento ponerme cada mañana esas gafas nuevas que me mostró mi amiga I. para ir avanzando. Sin prisa pero sin pausa, creando mi verdad; la verdad, esa que tenemos cada uno. La realidad, en cambio, es la que es. El objetivo es que sean lo más parecidas (y compatibles) posible la una con la otra. Lo estoy intentando, y lo pienso conseguir. 

Bienvenidos de nuevo. Os voy contando... (esta vez de verdad)

I.




No hay comentarios:

Publicar un comentario